Nicaragua
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José Antonio Peraza: En El Chipote los opositores “aprendimos a respetarnos”

El politólogo José Antonio Peraza pasó más de 500 días recluido arbitrariamente en las celdas de El Chipote, junto a otros liderazgos cívicos y políticos del país. Esa obligada convivencia produjo resultados: “Aprendimos a respetarnos, a saber que hay otras ideas muy importantes”.

“Creo hay gente que entró a El Chipote y salió diferente. La mayoría cambió su percepción con respecto a las otras personas que estaban ahí. Fue una convivencia de mucho respeto, cariño, de mucha admiración, y de mucha solidaridad”, dijo Peraza en una entrevista a Esta Semana y CONFIDENCIAL.

Peraza, condenado a diez años de cárcel por el supuesto delito de “conspirar para cometer menoscabo a la integridad nacional”, fue excarcelado y desterrado a Estados Unidos el pasado 9 de febrero junto con otros 221 reos de conciencia del régimen. 

“Creo que si algo se comprendió en la cárcel, hablando entre nosotros, son los profundos errores históricos que hemos cometido en los últimos 200 años, y que no son producto de gente que ha venido de afuera, están en nuestro corazón y ahí es donde deben empezar a cambiar”, subrayó el politólogo.

Destacó que, para lograr una oposición unida, los liderazgos deben comprender que la resistencia cívica “no es un asunto ideológico”, y que se debe crear una agenda común, para “hacer frente a Ortega”.

“El objetivo en común —detalló— es juntarnos y hacer una propuesta que sea alternativa al proyecto de Ortega, lo cual no es difícil, porque Ortega no tiene mayor propuesta”.

¿Cómo han sido las últimas semanas en libertad? 

No he descansado ni un solo momento, porque no tengo ganas de descansar. Estoy durmiendo como cinco horas bastante bien, pero fuera de eso, dedico lo demás a comunicarme con la gente, mis hijos, y reflexionar sobre lo qué ha pasado, y ha sido fructífero. Este mes he logrado muchas cosas, pero todo el mundo me ha recomendado tomarme un descanso. Estoy en proceso de reflexión de todo lo que ha pasado. 

¿Cuáles eran tus condiciones en El Chipote? ¿Cómo hacías para sobrellevar el aislamiento? 

Era una celda pequeña, con una plancheta de cemento para dormir, había luz artificial, pero era un lugar totalmente oscuro. Lo que hice fue tener una rutina desde el primer día, en el sentido de levantarme a meditar, hacía ejercicio. La tarde era el momento más lejano, más tedioso, y después ya me iba preparando para la cena. Habían momentos de cierto esparcimiento, teníamos personas como Alex Hernández, que es un gran actor y nos contaba cuentos, que en realidad eran películas o libros que él había leído, y así buscábamos cómo encontrar situaciones que nos alegraron la vida. Hablábamos de qué íbamos a hacer con Nicaragua, con nuestras vidas. 

La última vez que estuvo en Esta Semana fue un día antes de su captura. ¿Te apresaron por ejercer tu derecho a la libertad de expresión?

Nunca me dijeron por qué me arrestaron, simplemente llegaron, me tomaron, me montaron, y durante el viaje me iban preguntando si estaba alterado, y yo les dije: “no tengo nada que temer, porque no he hecho nada malo y es injusta la detención que están haciendo”. 

¿Cómo fue la convivencia con los demás liderazgos encarcelados también en El Chipote?

En general fue muy buena, aprendimos a respetarnos, a saber que hay otras ideas muy importantes. Creo hay gente que entró a El Chipote y salió diferente. La mayoría cambió su percepción con respecto a las otras personas que estaban ahí. Fue una convivencia de mucho respeto, cariño, de mucha admiración, y de mucha solidaridad.

Fue condenado a diez años de prisión por supuestamente “conspirar”, ¿durante el simulacro de juicio te presentaron alguna prueba? ¿Quiénes fueron los testigos?

Los testigos fueron los mismos policías y los testimonios fueron las entrevistas que, precisamente, me hizo Carlos Fernando (Chamorro, director de Esta Semana y CONFIDENCIAL), y una que me había hecho (el periodista) Sergio Marín Cornavaca, donde me preguntaba si Estados Unidos podía poner sanciones, y yo le dije que “sí podía ponerlas, pero que no sabíamos si Estados Unidos iba a tomar esa decisión”. Básicamente esas fueron las grandes pruebas de la “traición al Estado” y “menoscabo a la integridad del Estado de Nicaragua”. 

Le dije al juez que me pusiera la pena máxima, por dos cosas: porque era ilegal e injusto lo que estaban haciendo, y porque yo estaba seguro que nunca iba a cumplir esa pena. 

¿Cómo recibiste la noticia de que el régimen te había despojado de tu nacionalidad? 

Otra tontería más. Creo que se volvieron a equivocar. Con eso están dando apertura para que se les haga un juicio por crímenes de lesa humanidad. Ellos no están valorando, claramente, lo que está pasando en el mundo. Es un régimen en decadencia profunda, y es cuestión de tiempo para salir de ellos. Ahora el  problema es cómo vamos a salir de ellos, porque no podemos seguir con las experiencias del pasado. La idea es que Nicaragua tiene que buscar una salida diferente, no porque Ortega lo merezca, sino porque nosotros nos lo merecemos. 

En la entrevista que brindó a Esta Semana y CONFIDENCIAL, mencionó la necesidad de una confluencia nacional para enfrentar a la dictadura, ¿cuál considera es el principal reto de la oposición nicaragüense para lograr esa unidad?

El principal reto es simple, y ha sido el mismo problema de siempre: deponer los intereses. Este no es un problema ideológico. El objetivo en común es juntarnos y hacer una propuesta que sea alternativa al proyecto de Ortega, lo cual no es difícil, porque Ortega no tiene una mayor propuesta. 

Decirle al pueblo de Nicaragua los puntos fundamentales y con eso ponernos de acuerdo, para poder tener una oposición firme y cohesionada. Desde el punto de vista discursivo es bien sencillo, pero desde el punto de vista práctico siempre ha sido difícil para los nicaragüenses. 

Necesitamos líderes que estén conscientes de la terrible historia política de Nicaragua. Creo que si algo se comprendió en la cárcel, hablando entre nosotros, son los profundos errores históricos que hemos cometido en los últimos 200 años, y que no son producto de gente que ha venido de afuera, están en nuestro corazón y ahí es donde deben empezar a cambiar.